César Santafé
Estaba en mora de hacer esta nota, y como ya escribí por quien votaré el próximo domingo, he decidido esta semana preelectoral cumplir con este compromiso que considero personal.
En abril de 2019 me enteré de que el maestro César Santafé había abandonado este mundo terrenal.
Lo conocí y tuve la inmensa fortuna de platicar en diversas ocasiones con este gran artista.
Era, como yo, egresado del Colegio Franciscano de Pio XII; pero ante todo era un gentleman a carta cabal. Su personalidad calma y serena contrastaba de manera particular con el variopinto conjunto de artistas con los que por causa de mi entonces oficio relacionado con las artes gráficas tenía que tratar.
Lejos estaba él de la grosería, acelere y prepotencia de sus colegas plásticos… ¡Eso me gustaba!
Y su obra, en la que la anatomía humana ocupa un primerísimo renglón, es fascinante. Las representaciones pictóricas de sus arlequines plasman el colorido, la magia y el misterio que gira en torno del circo. Pero hubo uno de sus cuadros que me impactó.
La escena recreaba la cabeza de Juan el Bautista servida en bandeja a Salomé, la hija de la mujer del rey Herodes que la pidió como regalo por el baile que le hiciera al monarca en su cumpleaños.
Una creación que, como otras del artista, consienten razonar sobre la “Geneología de la Estética del Cristianismo”, dicho sea de paso, el título del libro que también nos legó Santafé.
Por todo lo anterior celebro la iniciativa de Blanco Toro Gallery de organizar la exposición “César Santafé por Siempre” en la Biblioteca Departamental, exhibición que vale la pena visitar.
Cali junio 21 de 2022
