PIEDAD TARAZONA,
En nuestra sociedad contemporánea y poco tiempo para detenerse a mirar las cosas en detalle, pues la velocidad, la rentabilidad y otras características del día a día nos lo impiden.
Las cosas más sencillas y naturales son reemplazadas por las artificiales debido a nuestro afán por consumir y desechar.
Es más importante hoy leer una revista de banalidades que disfrutar de la naturaleza. Es también habitual desplazar toda especie animal o vegetal de nuestro entorno en la medida en la que nos incomode, pasando por alto que ellos estuvieron antes que nosotros, lo que nos convierte en los verdaderos invasores de sus espacios naturales.
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Hemos olvidado que dependemos de las demás especies como los insectos y las aves, las cuales llevan a cabo un humilde pero indispensable trabajo, la polinización. Este minúsculo proceso es el que permite que las flores sean fecundas y que puedan darnos jugosos frutos en invaluables semillas para continuar con este ciclo que sustenta nuestras vidas.
La flor, ese bello dispositivo sexual de las plantas no seduce con formas y olores infinitos. Es un aviso de la llegada de la primavera y de la fertilidad. Este sofisticado mecanismo de reproducción de las plantas no dista mucho de nosotros los humanos, que ha sido cubierto por un ajá halo de misterio y prohibición por nuestra sociedad durante siglos.
Piedad Tarazona ha abordado esta temática desde hace años, acercándose gradualmente a procesos biológicos y estéticos naturales que dan cuenta de complejas estrategias de atracción y reproducción. De igual modo, abordar problemas que están ligadas al desarrollo de la sexualidad individual y los condicionamientos sociales que impiden hacerlo.
Fenómenos tan deleznables como la ablación y otros multicines, son el síntoma de una sociedad que aún se avergüenza del desnudo, que teme al sexo, que rechaza lo erótico pero que inevitablemente sigue sujeto a su corporalidad, a la condición de ser animal y humano a la vez.
Franklin Aguirre
Artista, curador y docente.
Piedad Tarazona, ha dibujado, pintado, tejido, cocido y moldeado flores durante muchos años. Esta constante labor suele ser más leída pues su interés va más allá de la belleza natural de las flores y su capacidad intrínseca de “decorar”.
Su labor nos interesa aún más, y se complejiza al hacernos recordar la función natural de una flor en la planta; la reproducción y es precisamente esa función, la reproducción y posteriormente la crianza de los hijos, la que justifica la presencia de la mujer en muchos grupos humanos que inhiben y cogen cualquier posibilidad de ejercer sus derechos y de construir sociedad al lado del hombre, no detrás de él.
Una de las pruebas de esta segregación y violencia para con la mujer, son las 8.000 niñas que cada día sufren la ablación el mundo entero, es decir, la extirpación de su clítoris en condiciones de muy poca higiene. Esta situación como es de esperarse genera una gran cantidad de muertes de niñas, quienes por causa de un rito muy cuestionado incluso por las mismas comunidades que lo practican, nunca logran llegar al menos a la adolescencia.
El clítoris es un órgano destinado para el placer, por esto ha sido el objeto de la neutralización o disminución de la mujer en la sociedad, al cercenar su capacidad de disfrutar su cuerpo y en últimas de vida plenamente. Esta práctica cada vez
más practicada, se da por inercia, es decir, por la presión social de las mismas mujeres de las comunidades que han mantenido esta peligrosa práctica.
Esta muestra aborda los elementos antes citados, reivindicando simbólicamente usted órgano muy lado al objeto al objetualizarlo con un material tan frágil y duro a la vez como la cerámica, que traduce la fiscalidad de la mujer misma, con su cuerpo delicado pero lo suficientemente potente para engendrar vida. Es además un homenaje a todas estas mujeres fuertes, quienes a pesar de los atropellos de la sociedad machista en la que tiene que sobrevivir, lo hagan sólo que pasarse sobreponerse y seguir adelante. Bienvenidos.
Franklin Aguirre
Curador
REVISTA EL CONGRESO
