Desde su juventud, con sus primeros acercamientos al dibujo y a la pintura al óleo y tras numerosos estudios sobre el color y la forma, de manera casi orgánica a lo largo de su tan extensa producción artística, la trayectoria de César Santafé está signada por una permanente y acuciosa indagación de matices filosóficos en busca de hallar y afirmar las raíces de su singular expresión pictórica, cargada de múltiples simbolismos que trasiegan entre la tragedia y el erotismo. Su magistral producción plástica se nutre de sus saberes en ingeniería textil y en arquitectura, decantados e integrados casi imperceptiblemente para imprimir a su obra la impronta que califica al artista como el más conspicuo representante del cubismo cinético en nuestra época.

César Santafé pintaba desde sus entrañas de forma anamórfica, insuflando a su obra los matices de cierta poesía contemplativa; indagando siempre, cuestionando e interpelando siempre, fiel a los cánones éticos y estéticos, para plasmar en el lienzo una continua contraposición de imágenes cortadas en planos unidimensionales, bidimensionales y tridimensionales en forma aparentemente aleatoria.

Desde sus inicios en las artes plásticas, César Santafé decidió prescindir del boceto para prefigurar sus obras; acto de rebeldía contra la preceptiva tradicional que lo llevó a enfrentar ardorosas batallas para concretar sus creaciones pictóricas, en una continua y desgastante lucha de enfrentarse al lienzo en blanco en un permanente viaje por complejos meandros morales y espirituales para entender, concebir y dar forma a sus creaciones, sean estas mágicas o realistas. Y, necesariamente, este continuo de falla y error acrisoló su obsesión por plantearse un constante análisis retorico entre la razón y la realidad para ordenar su discurso visual.

Es dable suponer que este sui géneris proceso se traduce en sus obras en esa carencia constante de la luz, trasunto de la búsqueda de ella y de hallarla libremente divagando y danzando en sus diversas composiciones de manera asertivamente lógica.

Entre pinceladas sueltas y rápidas, manchas y tachones, Santafé depura su técnica, construye y deconstruye con sentido metafórico diversas temáticas que aborda por series desde sus inicios, en las que privilegia la técnica de la tinta y la plumilla y es fácil detectar el protagonismo de la línea continua.

Los retratos, los bailarines, los músicos, la familia del circo, los mitos, La Caída, sus composiciones colectivas y los dibujos eróticos, nos relatan en retrospectiva sus inquietudes metafísicas entre el quehacer de la pintura y su existencia misma. Son sus pinturas como interlocutores narrativos de lo que el artista pretende compartirnos como resultado de muchas reflexiones, atendiendo al llamado del instinto, sin prejuicios técnicos en cuanto a composición espacial y distribución del color en sus creaciones que involucran animales, figura humana, objetos y formas no orgánicas.
En su extenso legado de obras de impecable factura y profundo significado destacan El ángel caído, El espía de la gran nobleza, La caída, La familia del circo y Músico moderno.

Todas estas suposiciones sobre el artista y su obra las condensa bellamente César Santafé en sus propias palabras: “Mi producción artística refleja la esperanza en la que mi alma propugna querer, desear y anhelar la luz. Los cuadros germinan naturalmente en la esencia expresionista de asociación libre, y en el encuentro del sosiego con la vida culmino una tragedia sublimada, marcando así en cada pálpito su destino”.

Helena Rodríguez Ruiz

Maestra en Artes Plásticas

Curadora de Arte